CARMEN JODRA DAVÓ

VEHEMENTE SOLEDAD

Vehemente soledad calzada con espuelas
me revuelve el cabello como hacen las abuelas
a sus hermosos niños morenos e imposibles
amantes, oficiantes de las cosas sensibles.

Enfermo de caricia cual de una nueva peste,
y hay un agudo engaño en la bóveda celeste,
un engaño punzante que escapa al pensamiento,
y me duelo en los rostros que flotan en el viento.

El amigo que tiene la sonrisa de oro
no tiene en realidad la sonrisa de oro,
la sonrisa de oro y la palabra mágica,
los rizos del ensueño en su cabeza trágica.

Me duelo en la caricia y en los rostros etéreos,
y en los ojos gris humo bajo párpados céreos.
Me duelo en madrigales cobijados de plumas
y en la balanza cósmica de inacabables sumas.

El amigo que es joven no es joven ni es amigo.
Hay vino y opio y sexo, hay casa y hay abrigo
para la noche negra y frágil madrugada
que despliega su muerte como una flor cansada.

Sangrando con los jóvenes bajo el rito pagano,
dilapido los astros en la sucia penumbra
de soledad vehemente, que después acostumbra
revolverme el cabello con su pálida mano.

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